La región América Latina y el Caribe, en comparación con otras regiones del mundo, como
Europa o el Sudeste Asiático, se caracteriza por una huella ecológica relativamente
pequeña. No obstante, ciertos de sus Estados más poblados figuran individualmente
bastante
alto en los rankings de países donde el consumo humano tiene más impacto en la biosfera.
Según datos de Global Footprint Network, Brasil se situaba en el sexto lugar en 2018, no
muy
lejos de China, Estados Unidos y la India. Pero a diferencia de estos últimos,
compensaba
su huella «bruta» con la disponibilidad de tierras productivas y recursos naturales,
capaces
de absorber parte de sus emisiones de carbono.
No obstante, esta importante
Biocapacidad, que la distinguía de otros países de la
región —México, entre otros— o del mundo, se ha cuestionado en los últimos años,
particularmente con respecto al impacto de las degradaciones que sufre la selva
amazónica.
Si bien a los científicos les resulta difícil medir los efectos de estos cambios, la
creación de mecanismos de preservación de los recursos naturales resulta ser un desafío
complementario a la construcción de modos de producción y de consumo más sostenibles.